EL PADRE TARÍN Y LA ARCHICOFRADÍA DEL PILAR
Entre
la nómina de predicadores que han pronunciado sus sermones en las Novenas a la Virgen del Pilar a lo largo
de los años, sobresale un orador que por sus características personales y su
vida de piedad va camino de los altares. En la Novena de 1895, las
homilías corrieron a cargo del conocido y afamado predicador jesuita, el Padre
Tarín.[1]
Declarado Venerable por San Juan Pablo II el 3 de enero de 1987, la causa de
beatificación iniciada en Sevilla se sigue en Roma.
El Padre
Francisco de Paula Tarín (1847-1910), nació en el valenciano pueblo de
Godelleta y murió en Sevilla. Sus restos descansan en la iglesia del Sagrado
Corazón de los Padres Jesuitas de la capital hispalense. Es conocido también
por sus apelativos de Apóstol del Sagrado Corazón o León de Cristo.
Sintió la
llamada de la Compañía
de Jesús y a los 26 años entró en el noviciado de Poyanne (Francia). En 1878
regresó a España para terminar sus estudios y recibió la ordenación sacerdotal
en 1883. Al año siguiente estuvo en nuestra provincia, concretamente en El
Puerto de Santa María, donde estuvo dedicado a la enseñanza hasta 1886. A partir de 1888 sus
dotes de predicador le fueron llevando por toda España, asistiendo a ejercicios
espirituales, novenas, triduos, conferencias y, por supuesto, la misión. Las
misiones consistían en una predicación popular sistemática que llevaban a estos
predicadores a cualquier punto del país, para predicar, catequizar y fomentar
otros actos de piedad, culminando en la recepción de los sacramentos.
De 1888 a 1895 su peregrinaje
le lleva por Madrid, La Mancha
y Andalucía. En los seis años que transcurren desde 1898 a 1904 fue Superior de la Residencia del Sagrado
Corazón de Sevilla, residiendo en dicha ciudad donde de nuevo volvió a
establecerse en los últimos años de su vida. Todos esos años de trabajo
incansable permitieron que el pueblo sevillano le conociera bien y por eso tuvo
tanto predicamento, ya que forma parte de la iglesia de los pobres, como lo
fueron también Sor Ángela de la
Cruz o Marcelo Spínola. Predicó misiones en los barrios de
Triana, San Roque y Macarena, organizando seis centros de doctrina y un círculo
católico.[2]
Como ejemplo
de sus virtudes de evangelización, en esas misiones que le llevaban a cualquier
pueblo de nuestra geografía y donde también había habitantes contrarios a su
presencia y a las enseñanzas católicas, en una ocasión un grupo de hombres se
personaron por la noche donde estaba hospedado, con cencerros, para molestarlo
y demostrar el rechazo a su persona. El
Padre Tarín, salió de la casa y pidió a los alborotadores que le acompañaran al
campo, donde podrían seguir con su actitud pero dirigida a él solo, para que no
molestaran a la familia que le hospedaba. Sus palabras hicieron que se
retiraran y, al día siguiente, muchos de ellos fueron a la misión e incluso
algunos se confesaron.[3]
Si
lo que aquellos hombres pretendían era que no conciliara el sueño y no
descansara, se equivocaban en su propósito, porque se decía que el Padre Tarín
siempre dormía apenas dos o tres horas. Incluso sus superiores le recomendaron
que durmiera al menos cinco horas y que no se excediera en las penitencias.[4] Además, dormía sentado en una silla o incluso
dentro de un confesionario. Según el testimonio de algunos párrocos que lo
recibían para las misiones, no dormía nunca en la cama, la dejaba intacta y sin
desdoblar las sábanas al concluir la misión. Incluso había veces que ni llegaba
a la habitación, quedándose en la iglesia ya que había estado hasta bien entrada
la madrugada confesando. Dormía sentado en el confesionario, hasta las tres o
tres y media, cuando él mismo abría la iglesia y repicaba las campanas para
llamar al Rosario de la Aurora ,
comenzando un nuevo día cargado de actividades.[5]
…con
esa unción y acendrado afecto de que está poseído empezó por hacer algunas
provechosas advertencias y a dar a conocer las buenas obras y santas prácticas
a que nos habíamos de dedicar en todos y cada uno de los días de las novenas,
para prepararnos debidamente a la confesión, comunión general y procesión del
último. En su sermón, un exordio hermoso e interesante, provechoso y de
aplicaciones prácticas y saludables, como todo cuanto dice, nos preparó para
oír seguidamente su luminoso desarrollo y su demostración, que fue la más
concluyente y acabada; no sólo valiéndose de las pruebas dogmáticas y de los
sagrados textos, sino de las ciencias naturales y sociales, de las que tiene un
dominio y conocimiento tan profundo, que hace siempre y constantemente el
encanto de su numeroso auditorio, que le oye con delectación y con un
recogimiento extraordinario; siendo tal la abundancia de ideas que se le
agolpan, y que emite con una claridad de expresión y pureza de lenguaje tan
castizo, que encanta, y es causa de que para casi todos sus sermones le falte
tiempo y le sobre materia.[6]
En
1895, año en que el Padre Tarín predicó en Cádiz la Novena del Pilar, también
acompañó a la Virgen
en la procesión que recorrió algunas calles de la feligresía. Sobre esa
procesión versará la próxima entrada, donde nos extenderemos más para dar a
conocer los datos encontrados sobre ella.
José
María Collantes González
[1]
Archivo Histórico Archicofradía del Pilar de Cádiz. Apartado de Actas y
Acuerdos de Juntas, Libro IX, f. 149
[2] Revuelta González, Manuel, S.J. (2008) La
Compañía de Jesús
en la España Contemporánea. Tomo III. Palabras y
Fermentos (1868-1912) U. P. Comillas, pp. 148-149
[3] Ibídem, p.118
[4] Ibídem, p.149
[5] Risco, P. Alberto. S.J. (1923), «El P.
Francisco de Paula Tarín» El Siglo futuro,
Diario Católico. 2 de junio.
[6] Cartas de Provincias
(1894) «De Manzanares» El Siglo futuro.
Diario Católico. 18 de julio