No es de extrañar que la Archicofradía del
Pilar aglutinara a los aragoneses afincados en Cádiz en el siglo XVIII, ya que
en su capilla podemos encontrar algunas de las devociones más queridas de
aquella tierra. La más importante y la que preside la capilla, lógicamente, es
Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, en su hornacina del retablo mayor. Pero
también otras ciudades de la provincia de Zaragoza, como Calatayud o Daroca, están
presentes.
El retablo de la derecha lo ocupa un gran lienzo del
Santísimo Cristo de Ribota con las ánimas del purgatorio. La pintura representa
a Cristo crucificado y en la parte inferior, a ambos lados de la cruz, una
pareja de ánimas en actitud orante. A los pies de la cruz, la leyenda: El Smo. Xpto. De
Ribota.[1]
Este Cristo goza de gran devoción en Calatayud, donde tiene una ermita a
la que se acude en romería cada primero de mayo. En el archivo histórico
encontramos que, a mediados del siglo XVIII, Juan Miguel Vicente Ibáñez natural
de Calatayud y afincado en Cádiz, era hermano de la Archicofradía desde
1746 y ocupó el cargo de segundo mayordomo.[2]
Bajo el lienzo del Cristo de Ribota, sobre la mesa de
altar, se encuentra un pequeño cuadrito que representa los Sagrados Corporales
de Daroca.
La historia de los Corporales tiene su origen en un hecho
acaecido en el siglo XIII. Sucedió en 1239, cuando tropas cristianas —integradas
por un importante contingente de soldados aragoneses— se disponían a continuar
la reconquista en tierras valencianas. En una de las versiones de la historia,
antes de la batalla el capellán celebró Misa, consagrando seis formas para la
comunión de los capitanes. En plena celebración se desencadenó un ataque
musulmán. Las tropas se dispusieron raudas a enfrentarse con el enemigo
mientras el capellán, temiendo que pudieran ser profanadas las sagradas formas, las envolvió en el corporal y las escondió bajo
unas piedras. Saliendo victoriosos los cristianos del ataque, volvió a rescatar
el corporal y lo encontró con las sagradas formas ensangrentadas y pegadas al
tejido.[3]
Los capitanes
se disputaron la preciada reliquia para venerarla en sus respectivos lugares de
origen y, por tres veces, en el sorteo salió afortunada la localidad de Daroca.
Los perdedores, no conformes del todo, solicitaron que fuera una mula la que,
cargada con tan precioso tesoro, cogiera
por su cuenta un camino, abandonando a su instinto la decisión divina y dando
por bueno el lugar donde se detuviera. Pasó de largo las otras localidades para
detenerse en Daroca, concretamente ante el Hospital de San Marcos, donde dobló
las patas y cayó muerta.[4]
En la pintura
se representa a la Virgen
con el Niño y dos ángeles que despliegan el corporal mostrando el milagroso
suceso. En la parte inferior, dentro de un óvalo, la mula cargando con el cofre
que llevó el corporal hasta Daroca. A los lados la siguiente inscripción: Los Sanctissimos Corporales de la ciudad de Darocca.
José María Collantes
González
[1] Sigüenza, Raquel y Collantes, José María (2014) «La
devoción a las ánimas del purgatorio en Cádiz: dos hermandades para su estudio»
Trocadero: Revista de historia moderna y
contemporánea, número 26, p. 16
[2]
Archivo Histórico Archicofradía del Pilar de Cádiz, Libro de Hermanos y
Hermanas, Libro IV, f.83 v. (apartado de hermanos)
[3]
Antiguamente en la
Eucaristía , sobre la pieza cuadrada de lino o corporal
descansaba directamente la hostia.
[4]
Corral Lafuente, José Luis (1995) «Una Jerusalén en el occidente medieval: la
ciudad de Daroca y el milagro de los Corporales», Aragón en la Edad Media ,
número 12, pp.61-122